Inversores y sostenibilidad

Tener conocimientos financieros nos permite tomar decisiones financieras y de inversión con espíritu crítico, conociendo y asumiendo nuestros derechos y obligaciones. Sin embargo, tratar de optimizar la relación entre la rentabilidad y el riesgo asumido no siempre es fácil, especialmente cuando los riesgos son complicados de valorar y cuando las rentabilidades van más allá de lo financiero cuantificable. Esto es lo que ocurre con los activos verdes, aquellos que de alguna manera contribuyen a preservar el medio ambiente.

El crecimiento de este tipo de activos en el mercado ha sido exponencial en los últimos años. Su volumen se estima ya en más de 200.000 millones de euros y no es de prever que su evolución se ralentice en los próximos años si tenemos en cuenta las metas marcadas en los Acuerdos de París. Va a hacer falta mucho dinero para pasar a una economía descarbonizada, un desafío que todos debemos afrontar con decisión aunque el camino esté plagado de incertidumbres. Los bancos están comprometidos a financiar el proceso, ya sea directamente o canalizando los fondos de terceros, y a impulsar los cambios que se deben producir en las empresas. El elevado apetito de los inversores financieros por este tipo de activos también es claro a pesar de su complicada valoración. Tampoco es fácil de valorar el riesgo del cambio climático, cada vez más cercano e inevitable, sin tener una metodología única y normas claras.

A pesar de tanta incógnita, la sostenibilidad se afianza como un elemento de decisión clave a la hora de gestionar las inversiones. Ya sea por un factor generacional o sociológico, la conciencia social sobre los beneficios de cuidar el planeta y sobre los costes de no hacerlo es cada vez mayor. Los mercados financieros, siempre eficientes, ya están tratando de cuantificar el binomio rentabilidad/coste de las inversiones verdes con la escasa información que tenemos.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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