Buscar

Portavoz

Artículo publicado en Cinco Días.

¿Hay que repensar la regulación bancaria?

Nueve años después del inicio de la crisis, la normativa del sector es cada vez más compleja y exigente.

Los bancos se enfrentarán a varios retos en el futuro, entre ellos la rentabilidad, la implantación de las nuevas tecnologías y la nueva competencia no bancaria. Tampoco podemos olvidarnos de otros igual de importantes como la reputación y la regulación. Estos retos se presentan como independientes, pero no lo son. Los avances tecnológicos no solo suponen una oportunidad para que los bancos reduzcan sus costes, sino que también facilitan la oferta de nuevos productos y mejores servicios al cliente. La digitalización conlleva una mayor eficiencia del sector financiero, aunque lo verdaderamente importante es que los clientes puedan tomar decisiones con absoluta transparencia. Además, la digitalización del sector fomenta la interacción entre los usuarios y sus bancos, que deben ser siempre accesibles a través de cualquier canal. A pesar del auge de los servicios online, la mayoría de los clientes es- pañoles siguen optando por el momento en acudir a las oficinas físicas.

La recuperación económica y la más que probable normalización monetaria permitirán la mejora de la rentabilidad de los bancos. Una mayor eficiencia tecnológica contribuirá a su vez a la mejora de sus resultados. El trabajo bien hecho, bajo los principios de transparencia y responsabilidad, llevará poco a poco a una mejora de la imagen del sector financiero. Del sector en conjunto, puesto que esta valoración es muy positiva a nivel individual.

¿Pero dónde encaja aquí la regulación? Entendemos que es un elemento de ordenación de mercados y de la libre competencia. Por eso es clave que se estudie al detalle y se enfoque a medio y largo plazo. Los límites de la regulación bancaria deberían ser el emprendimiento, la digitalización y hasta la internacionalización de las entidades de crédito. El riesgo deriva- do de una regulación excesiva es que reduzca o limite el margen de maniobra de los bancos para cumplir con sus tres objetivos principales: resolver los problemas financieros de las familias, financiar el crecimiento y gestionar el ahorro.

La Gran Recesión tuvo un claro origen financiero, aunque su profundidad y su duración solo pueden explicarse debido a la debilidad de fondo de la economía. Ya han transcurrido nueve años desde el inicio de la crisis y aún no hemos superado del todo sus consecuencias. Las autoridades internacionales han llevado a cabo un proceso de reformulación de la regulación bancaria, cada vez más compleja y exigente, con un doble objetivo. Por un lado, minimizar el riesgo de vol- ver a sufrir una crisis similar y, por otro lado, limitar su potencial daño.

Leer el artículo completo publicado el 19 de julio de 2017 en Cinco Días.