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INVERSIÓN Y FINANZAS

Aprendamos del pasado

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Es inútil buscar semejanzas de la crisis sanitaria con otras crisis anteriores. Esta pandemia que sufrimos en todo el mundo no tiene precedentes en nuestra historia reciente. Pero sus consecuencias negativas pueden ser contrastadas con los efectos de otras crisis del pasado. Aprender de ello nos ayudará a superar las dificultades actuales lo antes posible y a sentar las bases de una recuperación inclusiva y sostenible.

La crisis económica ha comenzado con un shock de oferta derivado del confinamiento. La respuesta de las autoridades en el entorno de cooperación internacional se ha centrado en preservar el tejido productivo y en compensar las rentas perdidas. No obstante, La incertidumbre sobre la duración de la pandemia y la pérdida de empleos deprime a la inversión productiva y al consumo. La prolongación en el tiempo de estas medidas extremas expansivas en el ámbito fiscal y monetario se percibe además como un riesgo a medio y largo plazo una vez que comience su vuelta a la normalidad.

Pese a lo excepcional de la situación actual, podemos aprender del pasado a la hora de valorar el impacto sobre el producto potencial y cómo se materializa. Esto ayudará a las autoridades a diseñar de forma más eficiente la estrategia a seguir en un futuro post covid. Muchos análisis parten de la crisis del petróleo de los años setenta del siglo pasado o de las guerras mundiales, eventos localizados y temporales que tuvieron un impacto económico más o menos limitado en el tiempo. Más persistente es el efecto derivado de las crisis financieras, largamente larvadas y que tienden a acentuarse a través de la restricción en la financiación y el stock de capital.

La debilidad económica actual se parece más a una crisis de oferta que a una de tipo financiero. La solidez de los bancos ha permitido mantener el flujo de financiación como parte fundamental de las medidas para aminar el impacto de la crisis sanitaria sobre las familias y empresas. Pero las entidades bancarias deben ser prudentes y responsables. Y no solo ellas, su responsabilidad debe ser compartida tanto por los gobiernos como por los supervisores para evitar en el futuro riesgos financieros ahora inexistentes. A medio y largo plazo hay que implementar medidas bien diseñadas para aumentar el crecimiento potencial, enfocadas en el empleo y en combatir los desequilibrios ya existentes antes de la crisis y que se pueden haber acentuado con la respuesta oficial, como, por ejemplo, la inflación de activos financieros o el crecimiento de la deuda.

Las diferencias con respecto al pasado también surgen a la hora de considerar potenciales aliados tanto para la recuperación a corto plazo como para su fortalecimiento a medio y largo plazo, como la revolución digital. La innovación tecnológica no solo mejora nuestra calidad de vida, también se ha convertido en una tabla de salvación para muchas empresas en este nuevo modelo de escaso contacto presencial. Se trata de una baza fundamental para lograr una economía más productiva y también más sostenible. La digitalización cambia el comportamiento de las empresas, los modelos de producción, las preferencias de los consumidores y los precios relativos. Su impacto económico futuro dependerá de la estructura económica y de las decisiones de los gobiernos, así como de las medidas que tomen las propias empresas para garantizar su supervivencia.

La historia nos ha dejado claro que las crisis tienen efectos a medio y largo plazo en la economía, con terribles impactos en el desempleo y en la oferta que solo se pueden corregir de forma eficaz con reformas estructurales. Todo apunta a que los fondos europeos nos ayudarán a impulsar el crecimiento a corto plazo y a lograr una recuperación sólida, siempre que se canalicen a través de una estrategia bien diseñada, centrada en la digitalización y la sostenibilidad. Todos debemos contribuir a lograrlo. Los bancos ya lo están haciendo, adaptándose a las preferencias de los clientes y con medidas para ser más eficientes, reforzando de esta forma su papel imprescindible para la prosperidad futura de todos.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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