La educación financiera es un pilar fundamental para asegurar un cierto control de las cuentas personales.
Existen algunos principios financieros indiscutibles y ampliamente extendidos como, por ejemplo, “es conveniente ahorrar para afrontar futuras complicaciones”, “es malo vivir más allá de nuestras posibilidades”, o “no es razonable estar fuertemente endeudado”. Todos somos sensibles a estos principios y, a pesar de ello, millones de personas, incluso aquellas con altos niveles de educación y una razonable renta disponible, infringen en algún momento algunos de esos fundamentos. Si es así, ¿por qué el manejo de las finanzas básicas resulta tan difícil para mucha gente?, ¿qué se puede hacer para que los consumidores puedan tomar mejores decisiones? La respuesta inmediata a estas inquietudes se ha centrado tradicionalmente en el insuficiente nivel de educación financiera de una gran parte de la población. De hecho, en España, de acuerdo con el ranking del informe PISA elaborado por Ia OCDE en 2015, cerca de un 25% delos adolescentes españoles carece de un nivel de competencia razonable en materia financiera, lo que hace acuciante que se deba seguir desarrollando una mayor cultura financiera entre los ciudadanos.
Por este motivo, en la Asociación Española de Banca, así como desde otras muchas instituciones en España, se viene enfatizando la importancia de la educación financiera como el mecanismo más apropiado para que los ciudadanos podamos tener no solo un mejor futuro sino también libertad financiera. De la misma manera que el sector financiero necesita usuarios con conocimientos adecuados para tomar decisiones económicas correctas que garanticen una relación de confianza, de transparencia, entre la banca y sus clientes.
Bajo esta forma de abordar el problema, se asume que, con adecuado nivel de formación financiera, los individuos estarán en capacidad de valorar todas las opciones disponibles en un momento dado y tomar, con confianza, decisiones responsables. Sin embargo, hay un campo de investigación que argumenta la existencia de un conjunto de factores cognitivos, psicológicos, emocionales que propician que los consumidores se comporten de manera impredecible cuando se enfrentan a decisiones financieras, sea cual sea su nivel de formación.
La casualidad ha querido que este año, la nominación del Premio Nobel de Economía que ha recibido el Profesor Richard Thaler, haya coincidido con la semana de la Educación Financiera, una casualidad que permite reforzar la relación entre la teoría del comportamiento y los programas enfocados a promover finanzas saludables. La literatura ligada a la economía del comportamiento sobre la que Thaler ha contribuido en los últimos altos, muestra que los consumidores no son agentes totalmente racionales que tienden a tomar las mejores decisiones u obtener el máximo rendimiento sobre la base de la mejor información disponible en cada momento. Al contrario, las decisiones de los consumidores en temas financieros están plagadas de comportamientos infundados.