Al estallar la crisis todos estábamos de acuerdo en que la economía española tenía dos grandes activos: unas cuentas públicas saneadas y un sistema financiero sólido.
Ahora las Administraciones Públicas presentan un elevado déficit que deben reducir de forma imperativa para evitar una degradación de la valoración de nuestra economía por los mercados, la pérdida de credibilidad y el contagio griego.
Pero el sistema financiero español sigue siendo un activo. Mantiene una rentabilidad sólida, eficiencia operativa e ingresos diversificados por una relación profunda con los dientes. El sistema no está en crisis ni tiene que cambiar su modelo de negocio. Es más, nuestra forma de hacer banca simboliza el back to basics que ahora reclaman las autoridades internacionales.