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Portavoz

INVERSIÓN Y FINANZAS

Luchar contra la incertidumbre sin generarla

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La incertidumbre es la falta de certeza, según la Real Academia Española (RAE): la ausencia del conocimiento seguro y claro de algo, ya sea por tener información insuficiente o por no tener ninguna. En ambos casos, genera falta de confianza y seguridad, que pueden derivar en parálisis de actuación y deterioro.

Un grupo de economistas del Fondo Monetario Internacional y de la Universidad de Stanford elaboran desde hace años un índice de la incertidumbre mundial (WUI). Con toda probabilidad, no sorprenderá a nadie que su nivel haya marcado máximos históricos con el inicio de la crisis sanitaria hace un año y que, pese a reducirse en los últimos meses, siga estando un 50 % por encima de sus niveles promedio. Si partimos de la premisa de que la incertidumbre condiciona el gasto y la inversión de los agentes económicos, que son la base del crecimiento económico, las previsiones a muy corto plazo no parecen muy halagüeñas.

Y cómo iba a ser de otra manera si hasta grandes factores de incertidumbre mundial como el Brexit y la inestabilidad por las elecciones presidenciales en Estados Unidos han quedado empequeñecidos ante la magnitud de la pandemia. En este mundo en el que últimamente no dejan de sucederse eventos propios del cine de ciencia ficción, la esperanza generada por las vacunas ha permitido un descenso del 60 % del WUI, ya que erradicar la Covid19 es la prioridad mundial.

Luchar contra la incertidumbre es la misión de todo el planeta: una carrera contra reloj para inmunizar a la población contra el virus y para tomar decisiones rápidas y contundentes que permitan aminorar sus efectos económicos y sociales mientras se establecen las bases de la reconstrucción económica. En el primer caso es fundamental dar confianza y seguridad, sin olvidarse de subrayar la máxima responsabilidad de protección de cada uno. En el segundo caso es vital proteger a familias y empresas, y reforzar el papel fundamental de sectores, como el financiero, que han sido clave durante la pandemia y que, sin ninguna duda, lo seguirán siendo en la recuperación económica futura.

Todos tenemos la esperanza de que el WUI siga bajando en los próximos meses, tendencia que marcará el principio del fin del virus y de la vuelta del optimismo económico. Pero más allá de los deseos tenemos que afianzar la caída de la incertidumbre en decisiones apoyadas en estrategias bien fundamentadas y que, sobre todo, se lleven a cabo. Para lograrlo partimos con la ventaja de la colaboración internacional que tantas veces ha fallado en el pasado, pero que ahora está dando sus frutos. Esta colaboración ha quedado patente tanto en la investigación de las vacunas y el acceso a ellas, como en la consistencia de las políticas económicas desarrolladas hasta el momento, entre las que destacan la fuerte expansión de la liquidez y las laxas condiciones de financiación establecidas por los principales bancos centrales y por la política fiscal expansiva que el FMI estima en una cifra cercana a los 14 billones de dólares.

La expansión fiscal cubre rentas pérdidas durante la pandemia, pero también debe contribuir a impulsar un crecimiento sostenido y a facilitar la transformación del modelo productivo hacia una economía más verde y digital. La colaboración público -privada que tan bien ha funcionado desde el inicio de la crisis es clave para lograrlo. Además, la gestión eficiente de los recursos se debe acompañar de reformas que aumenten la productividad y el crecimiento potencial. Un ejemplo de todo esto es el Plan de recuperación europea que se nutre del presupuesto a medio plazo de la Comisión Europea y de los fondos ‘Next Generation EU’.

En paralelo, las autoridades están llamadas a diseñar una estrategia a medio plazo que reduzca los riesgos y las vulnerabilidades generados por las medidas expansivas aplicadas, como la elevada deuda pública o los tipos de interés oficiales negativos. Porque luchar contra la incertidumbre actual no debe llevarnos en ningún caso a crear nuevos focos de incertidumbre en el futuro.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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