El dinero es miedoso, un sentimiento que no puede vencer por sí sola una política monetaria expansiva llevada al límite
¿A qué nos enfrentamos en el futuro próximo? Esta es la pregunta que frecuentemente nos hacemos, con mayor motivo cuando estamos a punto de cerrar el año. La incertidumbre es siempre mala compañera a la hora de tomar decisiones de gasto e inversión.
Los datos económicos más recientes apuntan a una estabilidad en la desaceleración iniciada tres años atrás, frente al miedo que muchos sentían de una próxima recesión. Bien es cierto que los indicadores adelantados de tipo cualitativo no son muy alentadores: la inestabilidad de los mercados financieros, el aplanamiento y hasta inversión de la curva de tipos y el deterioro de las encuestas de confianza. La propia incertidumbre se retroalimenta. El dinero es miedoso, un sentimiento que no puede vencer por sí sola una política monetaria expansiva llevada al límite. Y eso que los bancos privados hacen lo que pueden al trasladar las condiciones financieras favorables de los bancos centrales.
Debemos mejorar la confianza en el futuro. Pero una confianza que se apoye en una base sólida. Esta es la verdadera necesidad que esconde la petición reiterada de los economistas de reformas estructurales y medidas de demanda fiscales alternativas que tomen el relevo a una política monetaria exhausta. La desaceleración, sea cual sea la velocidad en que se materialice, es una realidad a la que debemos enfrentarnos. Ya no es sólo por esos indicadores adelantados afectados por medidas monetarias extremas implementadas durante la crisis (las rentabilidades negativas a medio y largo plazo por ejemplo en Europa), sino también por el agotamiento de la fase alcista de un ciclo económico largo desde una perspectiva histórica. No hay que verlo de forma pesimista ni con miedo. El futuro siempre está repleto de oportunidades.
José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca