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EL ESPAÑOL

Ahorrar es ser dueños de nuestro futuro

Pregnant woman with piggy bank

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Ahorrar es dejar de gastar hoy para poder hacerlo en el futuro, ya sea porque tenemos un objetivo de consumo específico o el propósito de prepararnos ante necesidades que puedan surgir más adelante y así afrontar más cómodamente la incertidumbre. Pero no es solo eso.

Ahorrar es un acto deliberado y planificado. La imposibilidad de gastar, como nos ocurrió durante el confinamiento, no debería considerarse ahorro en sentido estricto, ya que todo apunta a que la futura vuelta a la normalidad económica y sanitaria podría llevar a materializar una parte importante de ese consumo que no se realizó, que quedó embalsado y ahora se está empezando a liberar. Ahorrar tampoco es solo acumular reservas, es rentabilizarlas también, por lo que el retorno ofrecido por los distintos tipos de activos en cada momento es un factor determinante.

En España, más del 40 % de los activos financieros de las familias está en efectivo y depósitos. Se trata de un porcentaje muy elevado, pero en línea de lo que sucede en Europa dado el desequilibrio existente entre la rentabilidad de los activos seguros y la de aquellos que conllevan riesgo, y que no supone ninguna sorpresa, sobre todo si tenemos en cuenta que la alternativa en términos de seguridad y confianza a los depósitos es la deuda pública, en gran parte con rentabilidades negativas. El resto de la distribución de los activos financieros de los hogares españoles son las participaciones en el capital de compañías (25% del total), seguros y fondos de pensiones (16%) y participaciones en fondos de inversión (15%). Este último segmento es el que más aumentó su peso en el último año, en sintonía con la revalorización de los mercados financieros ante la mayor certidumbre económica tras la pandemia.

En España, la vivienda es la principal decisión patrimonial de las familias, un comportamiento que va más allá de una pura decisión financiera. En este país de propietarios es más que patente la apuesta de la población por la vivienda como fórmula principal de ahorro e inversión, una tendencia sin grandes visos de cambiar, a pesar de las advertencias del FMI, que hace unas semanas subrayaba la espiral alcista de los precios de la vivienda a escala mundial, como consecuencia de los bajos tipos de interés oficiales y la inflación en algunos mercados de activos financieros.

Con este telón de fondo, los activos financieros son los que mejor responden a los tres principios en que se fundamenta el ahorro: disponibilidad, consistencia y rentabilidad.

Seguir el primer principio, la disponibilidad a la hora de materializar nuestro ahorro, nos ofrecerá el margen de actuación en momentos de necesidad. Si ahorramos para tener dinero para afrontar una necesidad futura, es fundamental que podamos disponer de él de forma fácil y rápida.

Atender al segundo principio, la consistencia, es básico para cumplir con la planificación del ahorro y protegernos frente a impulsos alentados por la era de la información en que vivimos. Aunque la digitalización nos facilite la información para el análisis en tiempo real, también exige una aproximación sosegada ante nuestros deseos y necesidades: los impulsos no deben dominar nuestras decisiones financieras.

El tercer principio, la rentabilidad, no supone un objetivo en sí mismo a la hora de ahorrar, pero sí condiciona en qué destinar el ahorro. En este punto, la represión financiera generada por los bajos tipos de interés fijados por los bancos centrales acentúa la inflación de activos financieros y los riesgos a la hora de invertir.

¿Cómo debemos ahorrar? y ¿cómo podemos asegurar nuestro ahorro? No hay una respuesta específica y universal a estas cuestiones, pero sí algunas pautas que nos pueden ayudar en el camino.

La educación financiera, especialmente si se adquiere a edades tempranas, y un buen asesoramiento profesional ajustado a nuestro perfil de ahorrador nos pueden ayudar a tomar la mejor decisión en cada momento, aunque tampoco sean la garantía del éxito en todos los casos. Todos tomamos decisiones libremente y somos responsables de sus consecuencias, por lo que analizar de forma sosegada toda la información disponible necesaria contribuye a la adecuada gestión de nuestras finanzas personales, a manejar mejor nuestro dinero, algo necesario en todas las etapas de la vida.

Por el contrario, no debemos dejarnos llevar por recomendaciones poco fundadas ni por impulsos o corrientes de opinión. Tampoco debemos pecar de aversión al riesgo o de un exceso de confianza que nos lleve a tomar decisiones precipitadas y poco meditadas. Aunque acertáramos, no sabríamos argumentarlo y podríamos crearnos un mal hábito que nos generara problemas en el futuro.

Los objetivos de ahorro de cada individuo son tan propios como sus prioridades vitales y su escala de valores. La educación y formación, nuestra y de nuestros hijos, por ejemplo. Además, en un mundo dominado por la innovación debería ser prioritario invertir en educación financiera para dotar a las generaciones futuras de las mejores herramientas para reaccionar a un mundo que no deja de cambiar. Por el bien de sus decisiones individuales y del conjunto de la sociedad.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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