Una proyección no es peor porque no se cumpla. De hecho, muchas veces su principal utilidad es poner en marcha medidas para evitar su cumplimiento.
Anticipar el futuro es una vieja aspiración del ser humano por lo que, seguramente, las previsiones económicas, ya sea de instituciones públicas o privadas, despiertan un especial interés. Estas predicciones se contrastan entre sí poniendo en evidencia las diferencias, aunque sólo sean de unas décimas, y los errores en que se incurre.
Se trata, no obstante, de un ejercicio realmente complejo donde el uso y la interpretación que de ellas se hace no es siempre el más acertado. De hecho, una proyección no es necesariamente mejor o peor porque se verifique o porque deje de confirmarse, y, en muchos casos, su principal utilidad es la de adoptar las medidas necesarias para que no se cumpla.