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NUEVO LUNES

El impacto multiplicador de la banca en la batalla contra el cambio climático

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En Europa cerca del 70% de la actividad económica está financiada por la banca

Los fenómenos meteorológicos que estamos observando en el mundo ponen de manifiesto que los efectos perversos del cambio climático ya han llegado a algunas regiones del planeta. La conjunción de distintos fenómenos atmosféricos se retroalimenta para generar un panorama desolador. Australia es un ejemplo real en el que la confluencia de las corrientes marinas, la dirección de los vientos y la sequedad de la tierra han dado como resultado un escenario devastador en ese país.

La intensidad del cambio climático está reconfigurando, desde un punto de vista político, económico y social, la forma de abordar los problemas derivados del mismo. Tampoco el mundo de las finanzas puede mantenerse al margen de esta transformación. Más bien al contrario, la integración de los criterios de sostenibilidad en el sistema financiero desempeña un papel fundamental en el cumplimiento de los fines acordados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y en el acuerdo sobre el clima de París.

Las finanzas sostenibles tienen como objetivo integrar los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) en la gestión de los servicios financieros y, por tanto, las decisiones sobre inversiones, financiación y asignación de capital deben ajustarse al cumplimiento de esos parámetros. Para las entidades bancarias este desafío no es nuevo. De hecho, el sector está desde hace años comprometido con el desarrollo de medidas medioambientales y sociales: promoviendo la igualdad, la inclusión financiera, la educación y la generación de oportunidades. Pero ahora tiene que dar un paso más al frente, puesto que la transformación productiva y social que plantea la lucha contra el cambio climático requiere atender cuantiosas necesidades de financiación. El sector está llamado así a convertirse en un catalizador fundamental del cambio, en particular en una región como Europa, donde cerca del 70% de la actividad económica está financiada por la banca.

De este modo, la financiación sostenible ayuda -y lo hará más en el futuro- a las empresas a transitar desde actividades intensivas en carbono al uso de energías respetuosas con el medio ambiente, así como a desarrollar las nuevas fuentes de energía, tecnología e infraestructura necesarias para un futuro más limpio. Todo ello supone que el sector financiero debe ampliar sus competencias de acuerdo con las exigencias de los diferentes stakeholders, integrando con transparencia los criterios de sostenibilidad en sus sistemas de gestión de riesgos, estrategias y modelos de negocio.

En consecuencia, las entidades financieras juegan, como actores del mercado, un papel importante en todo este proceso, pero no son los únicos jugadores y en ese sentido es conveniente que desde otros ámbitos se trabaje de manera conjunta. El maridaje entre la administración y el sector privado, entre los distintos sectores productivos y la industria financiera o entre la economía real y la sociedad civil, es fundamental para que el rol de la banca como catalizador se pueda desarrollar con eficacia.

La necesidad de incluir en este proceso a todas las partes implicadas, sector público y privado, para la necesaria transformación de la economía hacia un modelo sostenible ha sido uno de los objetivos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) celebrada en Madrid a finales de 2019. Con ocasión de la celebración de esta cumbre del clima, la casi totalidad del sector bancario español firmó el Acuerdo de la Banca Española sobre la Acción Climática y su compromiso de alinearse a los Acuerdos de París para reforzar su responsabilidad en la batalla contra el cambio climático.

En definitiva, el desafío al que nos enfrentamos debe centrarse en cómo gestionar un periodo de transición complejo, en el que la emergencia se comienza a sentir en algunas regiones del planeta, sin dejar a nadie atrás. Para ello, un adecuado diseño de incentivos por parte de la Administración y un marco regulatorio estable propiciarán sin duda que el sistema financiero canalice de manera exponencial los recursos necesarios para afrontar esta inexorable transformación productiva y social.

Juan Carlos Delrieu, director de Estrategia y Sostenibilidad de la Asociación Española de Banca

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