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INVERSIÓN Y FINANZAS

Necesitamos innovación y aprender a utilizarla

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Detrás del desarrollo económico y social está la innovación, que impulsa la productividad de las empresas y mejora las condiciones del trabajo y nuestra calidad de vida. Sin ninguna duda, toda la sociedad se ha beneficiado siempre de la innovación, si bien el modelo seguido hasta ahora se ve cuestionado por la revolución tecnológica actual, que buscar ir más allá de la tradicional premisa de ‘hacer lo mismo, pero mejor’. Aunque en el pasado la innovación haya podido ser rompedora, nunca lo ha sido tanto como ahora, cuando nos proporciona productos y servicios que antes ni imaginábamos al alcance de uno o varios clics gracias a Internet, que nos conecta más y mejor, y lleva años transformando los modelos de producción.

La sociedad actual, cada vez más digital, exige una innovación constante para dar respuesta a los desafíos que van surgiendo. Y aunque la transformación digital aporta soluciones, va tan rápido que también puede generar incertidumbre. Entre otros temas de debate, destacan el desarrollo de la inteligencia artificial, el cambio de perfiles de trabajo que se demandarán en el futuro y la necesidad de que nadie se quede al margen de los beneficios que conlleva. El Fondo Monetario Internacional (FMI) habla de la “revolución inclusiva” como el objetivo a perseguir para lograr una sociedad más digital, preludio de mayor crecimiento económico y prosperidad. La digitalización se considera un factor clave para el desarrollo de los países emergentes. En los países más avanzados la digitalización supone una oportunidad de crecer más y mejor.

Pero una sociedad cada vez más digitalizada obliga a asimilar una vorágine de cambios y la dosis de incertidumbre que siempre trae lo nuevo. Por eso el sector público y el privado han de aunar esfuerzos para ayudar a todas las personas a sacar el máximo provecho al desarrollo digital, lo que también implica tomar conciencia de los riesgos que conlleva y así poder esquivarlos. Debemos aprender a utilizar las nuevas tecnologías.  ¿Acaso conocemos todas las posibilidades que nos ofrece ese pequeño ordenador que todos tenemos en el bolsillo? ¿Y sus riesgos, también somos conscientes de ellos?

En España todos los estudios muestran que la principal carencia en este ámbito es la capacitación de la sociedad, desde el capital técnico humano hasta la formación digital de los usuarios. Las autoridades y el resto de los agentes económicos tenemos que hacer todo lo posible para superar este obstáculo, porque nadie se debe quedar al margen de los beneficios de la digitalización. Y, naturalmente, la edad no puede ser un impedimento para avanzar, ni en esta, ni en el resto de las facetas de la vida, aunque suponga una dificultad añadida.

La comunicación digital ha sido clave en un contexto de obligado distanciamiento social por la pandemia. Muchos han descubierto de golpe todas las posibilidades que brinda internet, ya sea para realizar trámites administrativos, como bancarios o sanitarios, entre otros muchos, que nos hacen la vida más cómoda. No es de extrañar, por ejemplo, que la mitad de los bancos en España ya tenga un 60% de clientes digitales, cifra que duplica la existente hace un año, según la última encuesta de Funcas-KPMG.  Otra de sus conclusiones es el mayor uso de los medios de pago alternativos al efectivo, como la tarjeta y las transferencias, lo que anticipa un claro dominio futuro, quizá compartido por Wallet y Bizum. Lo que al principio se impuso como un efecto secundario de la crisis sanitaria ha pasado a ser una oportunidad para muchos que valoran la comodidad, seguridad y flexibilidad que ofrece la innovación financiera. Y es que la digitalización, como cualquier innovación, requiere de aprendizaje y adaptación, características intrínsecas del ser humano.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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