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NUEVO LUNES

Fortaleza en tiempos de crisis

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Una crisis sanitaria y económica mundial como esta requiere una respuesta coordinada a escala internacional, tal y como está ocurriendo. En Europa, sin embargo, exige algo más: profundizar en la integración fiscal y monetaria. La respuesta del Banco Central Europeo desde el inicio de la pandemia y la articulación de los fondos europeos para la recuperación suponen sin duda un paso de gigante en el proyecto común europeo.

La importante y decidida actuación monetaria y su transmisión por parte de los bancos será insuficiente si no va acompañada de medidas fiscales que compensen el coste de la crisis, impulsen la demanda y mejoren las expectativas. La crisis es de tal magnitud e intensidad que las respuestas individuales, limitadas a la capacidad existente en aquellos países más golpeados por la pandemia, son insuficientes para plantarle cara. Por eso, es clave la respuesta fiscal conjunta, que va más allá de la solidaridad al reforzar la integración y la confianza sobre la viabilidad de la integración europea. El plan europeo, que incluye el presupuesto a largo plazo de la Unión Europea y los fondos Next Generation, supone varios hitos: una mayor respuesta económica, una financiación común (aunque sea temporal), un mayor impulso fiscal conjunto a escala internacional, y un enfoque inversor en innovación y sostenibilidad.

La respuesta europea común equivale a más del 17 % del PIB de la zona euro, un porcentaje superior al tamaño de las medidas fiscales adoptadas en Estados Unidos y China. No podría ser de otra forma ante las profundas cicatrices sociales y económicas que va a dejar la crisis.

Si el objetivo final es un crecimiento fuerte y sostenido una vez que hayamos superado la enfermedad, la prioridad para lograrlo pasa por la eficiencia en la gestión de los fondos europeos. La apuesta de los gobiernos para multiplicar su efecto positivo a través de reformas que aumenten la productividad, y la colaboración público-privada serán los pilares en el proceso de recuperación.

Los bancos españoles, que lideran los niveles de eficiencia en Europa, se adaptan a este exigente escenario en el que cobran prioridad las estrategias que les permiten reforzarse para poder seguir prestando el mejor servicio a la sociedad. Porque una economía fuerte necesita bancos fuertes como lo son en la actualidad.

Y para la recuperación es tan fundamental la fortaleza bancaria como la empresarial, que requiere de un fuerte ritmo inversor para adaptarse al cambio de preferencias de sus clientes. Por eso, los fondos europeos, inyectados a negocios y proyectos viables, suponen una oportunidad única para modernizar nuestra economía y enfocarla aún más en la digitalización y la sostenibilidad.

Los bancos están comprometidos a seguir colaborando con las autoridades en el camino a seguir, movilizando recursos y protegiendo a sus clientes de los efectos de la pandemia sobre la actividad.  Su aportación para que los fondos europeos tengan el éxito que todos esperamos pasa por la posibilidad de anticiparlos y canalizarlos siguiendo criterios objetivos y responsables hasta la cofinanciación o coinversión de proyectos.

Por último, la estrategia fiscal común europea puede servir de acicate para culminar por fin la unión monetaria con la creación de un mercado único de capitales y la unión bancaria. Para impulsar la recuperación también es necesario que la política monetaria ceda el testigo a la fiscal, lo que no tiene por qué implicar unas condiciones financieras más restrictivas en el futuro. Al contrario, se trata de fijar una estrategia de vuelta a la normalidad monetaria adaptada a los acontecimientos que prime la estabilidad financiera para evitar que surjan nuevos problemas ahora inexistentes.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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